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Capricho De Un Fantasma
Arlene Sabaris
Capricho de un fantasma
Primera Parte
Cuando Callan las Almas
Por Arlene Sabaris
CapГѓВtulo 1
El antiguo reloj de pared marcaba las siete de la noche. Aquella inmensa casa parecГѓВa susurrar por los pasillos su propia historia. Mientras tanto, Virginia tomaba su tercera taza de tГѓВ© de menta e intentaba redactar por ГѓВєltima vez el informe que debГѓВa enviar antes de medianoche. No era una tarea sencilla pensar en el trabajo sabiendo que a sГѓВіlo unos pasos estaba ГѓВ©lГўВЂВ¦
La habitaciГѓВіn pintada totalmente de blanco le transmitГѓВa paz; la vista desde su balcГѓВіn a la piscina de la hermosa villa campestre invitaba a un chapuzГѓВіn y sus dedos inquietos sobre el teclado le sugerГѓВan que le enviara un mensaje de texto a su vecino del cuarto de al lado. EscogiГѓВі la pazГўВЂВ¦
SiguiГѓВі intentando despejar sus pensamientos, meditГѓВі unos minutos y volviГѓВі al teclado. Finalmente, cerca de las ocho de la noche, logrГѓВі enviar el correo electrГѓВіnico que esperaban en su oficina y pudo cerrar con entusiasmo la computadora. Le dio el ГѓВєltimo sorbo a su cuarta taza de tГѓВ© y el sabor familiar de la menta le recordГѓВі aquellos tiempos felices de mojitos y margaritas, cuando las risas a escondidas con sus amigas eran la orden del dГѓВa y las historias graciosas sobre estrellas que se van al infinito alumbraban las madrugadas, mientras caminaban en la Zona Colonial de una fiesta a otra. Ella nunca fue una chica de fiestas, pero sГѓВ una apasionada de la mГѓВєsica, disfrutaba cada canciГѓВіn e incluso de cada pausa, los clГѓВЎxones de conductores impacientes y hasta la melodГѓВa que parecГѓВa provenir de la brisa acariciando los muros de piedra colonial que encerraban terribles fantasmasГўВЂВ¦ sus propios fantasmas.
El sonido de unos pasos agitados interrumpiГѓВі sus pensamientos y se quedГѓВі atenta esperando a que alguien llamara a la puerta de su habitaciГѓВіn, pero no pasГѓВі nada. Se recostГѓВі una vez mГѓВЎs en la inmensa cama con sГѓВЎbanas blancas y olor a flores frescas. SintiГѓВі que alguien pasaba cerca de su puerta y pensГѓВі que quizГѓВЎ habГѓВa sido una empleada de la casa. RegresГѓВі a soГѓВ±ar despierta con su reciГѓВ©n abandonada juventudГўВЂВ¦ apenas pasaron unos instantes cuando el sonido de los pasos la hizo incorporarse. Esta vez puso mГѓВЎs atenciГѓВіn y su corazГѓВіn dio un salto cuando escuchГѓВі que tocaban la puerta y la llamaban por su nombre.
— ¿Virginia? Soy yo, Andrés… ¿Puedo pasar?
ГўВЂВ”SГѓВГўВЂВ¦ pasaГўВЂВ¦
—Voy a salir a cenar, ¿quieres ir?
ГўВЂВ”SГѓВ, sГѓВ, ¡me muero de hambre! Salgo en un momento.
El mundo siguiГѓВі girando, a pesar de que se habГѓВa parado por un instante o, mejor dicho, por dosГўВЂВ¦ primero para AndrГѓВ©s, que habГѓВa tenido que armarse de valor para tocar la puerta despuГѓВ©s de su primer intento fallido. Luego se detuvo para Virginia, que dejГѓВі de respirar cuando escuchГѓВі la voz de AndrГѓВ©s atravesar la puerta. Imposible saber quiГѓВ©n intentaba parecer mГѓВЎs indiferente o quiГѓВ©n estaba mГѓВЎs enamorado; su historia era indescifrable a sus propios ojos y a ojos de cualquier espectador. La casa de playa donde estaban hospedados era el escenario ideal para definir hacia donde irГѓВa su relaciГѓВіn, quizГѓВЎ habГѓВa llegado el momento de que descubrieran quГѓВ© pasaba entre ellos y por quГѓВ©, aunque se conocГѓВan desde hacГѓВa mucho, habГѓВan sido incapaces de mirarse a los ojos el tiempo suficiente para descubrir sus verdaderas intenciones.
TendrГѓВan dos dГѓВas y dos noches completas solos en esa casa, pues el resto de los invitados no llegarГѓВa hasta el fin de semana, asГѓВ que esa noche del miГѓВ©rcoles serГѓВa la primera vez que se sentarГѓВan a cenar sin que hubiera nadie en medioГўВЂВ¦ porque juntos habГѓВan salido muchas veces, pero, ¿solos? ¡Solos jamГѓВЎs! QuizГѓВЎ eso les ayudarГѓВa a desenmaraГѓВ±ar su historia; nunca habГѓВan estado solos, algo superior a ellos dos lo habГѓВa estado impidiendo todos estos aГѓВ±osГўВЂВ¦ ¡QuizГѓВЎ ese algo no habГѓВa venido a la playa! ¡QuizГѓВЎ por fin podrГѓВan mirarse a los ojos!
CapГѓВtulo 2
Sus ojos cafГѓВ© brillaban irresistibles esa noche, pensГѓВі ella, a pesar de que apenas y levantГѓВі la vista. Se incorporГѓВі y decidiГѓВі cambiarse los pantalones cortos y la camiseta que llevaba por un vestido de playa con flores lilas y azules que llegaba al tobillo, el vaivГѓВ©n de su ancha falda imitaba el movimiento de las olas. TambiГѓВ©n se puso unas sandalias azules adecuadas para caminar en la arena y un bolso diminuto donde apenas cabГѓВa su telГѓВ©fono celular. El cabello, ahora largo a media espalda, un poco distinto a como lo llevaba cuando se conocieron, estaba recogido en el inicio de su cuello con sencillez; no querГѓВa parecer muy arreglada. SaliГѓВі del cuarto y caminГѓВі por el pasillo escudriГѓВ±ando los cuadros en las paredes y procurando no hacer ruido. SabГѓВa que ellos eran los ГѓВєnicos en la casa, pero la costumbre de salir de casa a hurtadillas de su hija pudo mГѓВЎs y se dirigiГѓВі con sigilo a la sala. AllГѓВ lo encontrГѓВі sentado con la impaciencia tГѓВpica de los hombres cuando tienen hambre, moviendo la rodilla derecha descontroladamente y mirando el reloj de pulsera que apenas marcaba diez minutos desde la ГѓВєltima vez que se vieron.
—Podemos irnos… ¡Estoy lista! ¿Dónde quieres cenar?”
ГўВЂВ” ¡Por fin! ГўВЂВ” La molestГѓВі ГѓВ©l, como siempre hacГѓВaГўВЂВ” Lo que quieras, podemos ir al restaurante que estГѓВЎ en La Marina.
—De acuerdo.
La villa donde estaban hospedados pertenecГѓВa al lujoso y popular complejo vacacional Villas ParaГѓВso, que se erguГѓВa presuntuoso en la lГѓВnea de playa de Las Galeras en la penГѓВnsula de SamanГѓВЎ. MГѓВєltiples celebridades tenГѓВan propiedades allГѓВ, por lo que encontrarse a algГѓВєn actor en la playa era cosa de todos los dГѓВas. TambiГѓВ©n las familias de alto abolengo disfrutaban los fines de semana en sus villas privadas, respirando aire fresco mientras las aguas del cristalino ocГѓВ©ano AtlГѓВЎntico se mecГѓВan a sus pies y el sol en eterno verano del Caribe Tropical bronceaba sus espaldas. En Villas ParaГѓВso al traspasar la entrada principal viajabas a una dimensiГѓВіn paralela donde no habГѓВa cuentas que saldar; solo estaban el mar, la mГѓВєsica, las piГѓВ±as dulces, las copas de vino y tГѓВє. Un verdadero paraГѓВso tropical donde no pasaba nada pero a la vez podГѓВa pasar cualquier cosa; el cielo era literalmente el lГѓВmite.
AndrГѓВ©s y Virginia salieron sin prisa, subieron al carrito de golf en el que podГѓВan trasladarse dentro del complejo y se dirigieron al restaurante. ГѓВ‰l conducГѓВa y ella pretendГѓВa mirar el paisaje. Hablaron del clima, como era de esperarse, y finalmente, para hacer mГѓВЎs ameno el camino, ella le preguntГѓВі quГѓВ© le parecГѓВa el novioГўВЂВ¦ Cierto, estaban allГѓВ por una boda, la de una amiga en comГѓВєn. Iveth se habГѓВa casado y divorciado muy joven y ahora habГѓВa encontrado el amor en GastГѓВіn, un joven fotГѓВіgrafo muchos aГѓВ±os menor que ella, a quien habГѓВa conocido en sus clases de Yoga. Era un chico apuesto y caballeroso que habГѓВa nacido y vivido en Grenoble, Francia, hasta el traslado de su padre a la RepГѓВєblica Dominicana en una misiГѓВіn diplomГѓВЎtica el aГѓВ±o anterior. Se habГѓВa instalado con su familia, compuesta solamente por GastГѓВіn y su madre, Elise. ReciГѓВ©n graduado en Periodismo por la prestigiosa universidad de su ciudad natal, habГѓВa hecho tambiГѓВ©n estudios especializados en fotografГѓВa, por lo que encontrГѓВі quehacer rГѓВЎpidamente y abriГѓВі un estudio fotogrГѓВЎfico especializado en exteriores. Hablaba, ademГѓВЎs del francГѓВ©s, un espaГѓВ±ol fluido, un portuguГѓВ©s respetable y un inglГѓВ©s vergonzoso. Todo un galГѓВЎn. Como hubiese dicho la tГѓВa Esther, si ella tuviera 20 aГѓВ±os menosГўВЂВ¦ En fin, Iveth y GastГѓВіn llevaban juntos unos seis meses cuando decidieron casarse y allГѓВ estaban todos unos meses despuГѓВ©s, esperando a los invitados internacionales, a los familiares y amigos cercanos de la pareja. Un grupo de amigos de la novia decidiГѓВі rentar una villa y la organizadora de la boda, una chica simpГѓВЎtica llamada Lourdes, se encargarГѓВa de gestionarla. Cuando AndrГѓВ©s recibiГѓВі su llamada para que confirmara si iba acompaГѓВ±ado y si podГѓВa compartir habitaciГѓВіn, ГѓВ©l le dijo que irГѓВa solo y que no necesitaba alojamiento, pues usarГѓВa la villa de sus padres. De inmediato, ella le preguntГѓВі si podГѓВa cederle lugar allГѓВ para guardar algunas cosas en los dГѓВas previos a la celebraciГѓВіn y si habГѓВa espacio para acoger a algunos invitados de emergencia, a lo que ГѓВ©l respondiГѓВі que estarГѓВa allГѓВ desde el lunes para gestionar algunos temas de mantenimiento, por lo que estaba a la orden si necesitaba algo.
Esta boda tenГѓВa un itinerario largo, pues primero habrГѓВa un ensayo el jueves, luego una cena de compromiso el viernes y, finalmente, la celebraciГѓВіn serГѓВa el sГѓВЎbado. Algunos invitados llegarГѓВan desde el miГѓВ©rcoles para el ensayo, por eso Virginia estaba allГѓВ, era una de las damas de honor y debГѓВa traer desde la ciudad todo el ajuar de la novia y otros encargos. Lourdes no tenГѓВa villas contratadas hasta el jueves, asГѓВ que cuando ella llegГѓВі, debiГѓВі alojarse en la villa de AndrГѓВ©s.
Cuando sus miradas se cruzaron en la puerta, se dieron el susto de sus vidas. Ninguno de los dos estaba esperando encontrarse con el otro, ГѓВ©l no sabГѓВa quiГѓВ©n era la visita que iba a alojar y ella no sabГѓВa que iba a alojarse con ГѓВ©lГўВЂВ¦ Ambos querГѓВan la cabeza de Lourdes en aquel momento. Casi dos aГѓВ±os sin verse cara a cara y encontrarse asГѓВ de repente, sin tiempo para pensar un saludo adecuado. Se verГѓВan en la boda, eso estaba claro, ambos lo sabГѓВan, pero habГѓВa tiempo y alcohol suficientes para preparar el momento. Ahora, frente a frente, en el recibidor de la villa diecisiete, las palabras no les salГѓВan, el tiempo se hizo infinito y una fina llovizna de verano comenzГѓВі a caer ese veintiuno de junio a las dos de la tarde. Este dГѓВa de solsticio serГѓВa muy largoГўВЂВ¦
CapГѓВtulo 3
Llueve a cГѓВЎntaros en la carretera de camino a SamanГѓВЎ, pasa del mediodГѓВa y Virginia solo piensa en llegar a la villa, entregar los paquetes que le encargaron llevar a la organizadora y sentarse a escribir el informe que esperan en su oficina. Su empresa de asesorГѓВa inmobiliaria estГѓВЎ asociada a una multinacional a la que debe rendir informes cada mes y, a pesar de que el de junio no se vence hasta el viernes veintitrГѓВ©s, debido a los dГѓВas feriados de La FГѓВЄte nationale du Quebec, su casa matriz solamente recibirГѓВa informes hasta el miГѓВ©rcoles veintiuno. Las horas en carretera la habГѓВan aburrido inmensamente. Se habГѓВa pasado las tres horas del camino desde la capital ensayando una conversaciГѓВіn imaginaria con AndrГѓВ©s, en la que ГѓВ©l respondГѓВa justo las lГѓВneas que ella habГѓВa redactado en su cabeza para ГѓВ©l; enfrentaban sus fantasmas del pasado y quedaban como amigos por y para siempre. Sin silencios incГѓВіmodos, sin confesiones inconclusas y, sobretodo, sin ilusiones. SerГѓВa inevitable verlo en la boda o inclusive antes, asГѓВ que debГѓВa estar lista.
Lourdes esperaba las decoraciones con ansias y la habГѓВa llamado un par de veces para comentarle que tenГѓВa el alojamiento listo, que ya estaba esperГѓВЎndola en la Villa 17 para recoger todo y que ella no tuviera que moverse innecesariamente. AparcГѓВі al lado de un jeep negro en el estacionamiento de la casa; en la entrada, en un auto dorado, estaba recostada una chica agitada y ansiosa que esperaba hablando por telГѓВ©fono con algГѓВєn suplidor. Se emocionГѓВі al ver entrar a Virginia y la abordГѓВі enseguida a la vez que instruГѓВa a un pobre chico que la acompaГѓВ±aba a que sacara todo del auto, pues los estaban esperando en alguna parte.
—Aquàestarás alojada, Virginia, al menos hasta el sábado, que ya debes trasladarte a la villa de la novia. ¡Gracias por venir antes, has salvado mi vida! —exclamó Lourdes, emocionada.
— ¿Entonces estaré sola acá hasta el viernes? ¿Hay empleados durmiendo aquÃ� —preguntó Virginia mientras se adentraban en los jardines de la casa para alcanzar el timbre.
ГўВЂВ” ¡Oh, no! ¡No estarГѓВЎs completamente sola, quiero decir! No te preocupes, los empleados no duermen en la casa, pero el dueГѓВ±o sГѓВ, seguro que se conocen; estГѓВЎ invitado a la boda ГўВЂВ”dijo Lourdes entusiasta mientras tocaba la puerta.
ГўВЂВ” ¡Ya va! ГўВЂВ”gritГѓВі AndrГѓВ©s desde dentro mientras abrГѓВa la puerta.
— ¡Aquàdejo a la huésped! Gracias de nuevo por tu hospitalidad. Debo irme, asàque los veo luego a ambos. ¡Ciao! —se despidió presurosa Lourdes alejándose hacia el auto.
Mientras tanto, Virginia, con los nervios de punta, parada frente a ГѓВ©l, con la computadora colgada de un hombro, la maleta a su lado en el suelo y las manos llenas de vestidos cuidadosamente guardados en sus protectores, apenas y lo saludГѓВі con un:
ГўВЂВ”Hola, ¡no sabГѓВa que esta era tu casa!
ГўВЂВ”Yo tampoco sabГѓВa que eras mi huГѓВ©spedГўВЂВ¦ ¿Necesitas ayuda? ГўВЂВ”dijo ГѓВ©l tomando la maleta y seГѓВ±alando la computadora.
Ella no contestГѓВі y se limitГѓВі a seguirlo. Se veГѓВa igual que antesГўВЂВ¦ ¿O mГѓВЎs guapo? Ese ГѓВєltimo matrimonio definitivamente le habГѓВa hecho bien, lГѓВЎstima que terminara apenas dos aГѓВ±os despuГѓВ©s. Definitivamente no le habГѓВa afectado, no se veГѓВa triste para ser alguien que reciГѓВ©n se habГѓВa divorciado cinco o seis meses antes. ¡CuГѓВЎntas cosas pasaron por su cabeza mientras caminaban hacia la habitaciГѓВіn! «Estoy muy callada», pensГѓВі, y decidiГѓВі hacer un comentario sobre el clima. ГѓВ‰l parecГѓВa muy confundido de que ella estuviera allГѓВ, asГѓВ que tal vez tambiГѓВ©n estaba nervioso, ¿o quizГѓВЎ no? Virginia nunca habГѓВa sido buena para saber lo que ГѓВ©l pensabaГўВЂВ¦ Si tan solo lo hubiera sidoГўВЂВ¦
Afuera, la fina llovizna habГѓВa dado paso a un sol radiante que se reflejaba en la piscina. Toda la sala parecГѓВa una extensiГѓВіn del jardГѓВn trasero, pues las inmensas paredes de cristal que separaban la casa del patio no tenГѓВan cortinas. La luz inundaba la casa y los verdes paisajes del jardГѓВn trasero integraban la naturaleza con el vanguardismo, mientras el olor a vainilla desatado en el ambiente le recordГѓВі a Virginia que necesitaba un cafГѓВ©.
Recorrieron juntos el pasillo. La casa tenГѓВa dos habitaciones en el primer piso y dos mГѓВЎs en el segundo. Una mezzanina con vista a la piscina alojaba una terraza adornada con jardines verticales, una romГѓВЎntica y diminuta pГѓВ©rgola de madera, hamacas gemelas y la imperdible vista de la bahГѓВa. ГѓВ‰l la condujo a una habitaciГѓВіn del primer piso mientras le indicaba que ГѓВ©l estaba en la de al lado, ya que arriba estaban reparando los baГѓВ±os y no terminarГѓВan hasta el dГѓВa siguiente. Su cuarto con amplias ventanas tambiГѓВ©n olГѓВa a vainilla y volviГѓВі a pensar en el cafГѓВ©, esta vez fue mГѓВЎs atrevida y se lo pidiГѓВі sin titubeos a su anfitriГѓВіn, que inmediatamente la llevГѓВі a la cocina y aprovechГѓВі para mostrarle el resto de la casa.
CafГѓВ© en mano, subieron a la mezzanina, a la cual se accedГѓВa desde la sala y, tras ver las hamacas, pensГѓВі que ese era su lugar favorito en la casa, hasta que recordГѓВі que aГѓВєn debГѓВa enviar aquel informeГўВЂВ¦ Sus pensamientos de plГѓВЎcido descanso se esfumaron en un santiamГѓВ©n. Le agradeciГѓВі el cafГѓВ© y le dijo que debГѓВa trabajar. Bajaron las escaleras en silencio y al llegar al salГѓВіn, AndrГѓВ©s se sentГѓВі en el sofГѓВЎ y tomГѓВі el control del televisor.
— ¿Quieres que te avise para salir a cenar? Marilú se marcha a las seis de la tarde —dijo Andrés, refiriéndose a la chica encargada de la cocina.
ГўВЂВ”SГѓВ, claro. Espero terminar este informe pronto ГўВЂВ”respondiГѓВі Virginia mirando su reloj, que ya marcaba las tres de la tarde.
Se marchГѓВі al cuarto, cafГѓВ© en mano. Al entrar, buscГѓВі su computadora y un lugar para colocarla. DivisГѓВі un escritorio blanco donde reposaban una mГѓВЎquina de cafГѓВ© elГѓВ©ctrica que no habГѓВa visto antes, ademГѓВЎs de cafГѓВ© y tГѓВ©s variados listos para preparar y dos tazas de fina porcelana a juego con el papel tapiz primaveral de la habitaciГѓВіn. Definitivamente este lugar habГѓВa sido decorado por y para una mujer. TerminГѓВі de beber su cafГѓВ©, encendiГѓВі la computadora, comenzГѓВі a escribir y se sirviГѓВі su primera taza de tГѓВ© de menta.
CapГѓВtulo 4
Una leve sonrisa se dibujГѓВі en su rostro cuando escuchГѓВі la noticia de la boda. Siempre habГѓВa apreciado a Iveth y sabГѓВa cuГѓВЎnto habГѓВa sufrido en su primer matrimonio; su amistad habГѓВa durado ya muchos aГѓВ±os. Se habГѓВan conocido en la agencia de viajes donde primero habГѓВan sido compaГѓВ±eros y de la que ella ahora era gerente general. Fue en esa agencia de viajes donde ГѓВ©l habГѓВa visto a Virginia por primera vez hacГѓВa poco mГѓВЎs de diez aГѓВ±os. La recordaba con el cabello negro y corto bordeando sus hombros, un traje sastre gris y su voz melodiosa preguntando si podГѓВa por favor decirle dГѓВіnde estaba la oficina de Iveth Castillo. Ese dГѓВa ГѓВ©l se ofreciГѓВі a conducirla con la amabilidad tГѓВpica de un caballero educado en Quebec y la acompaГѓВ±ГѓВі hasta que, una vez con Iveth, ella los presentГѓВі. Algo pasГѓВі ese dГѓВa, pues el resto de la tarde no pudo evitar pensar en ella un par de veces, aГѓВєn no sabГѓВa por quГѓВ©. Ahora, tantos aГѓВ±os despuГѓВ©s, seguГѓВa pasando lo mismoГўВЂВ¦
Esa tarde de junio, mientras veГѓВa una pelГѓВcula de James Bond para equilibrar las cursilerГѓВas inevitables de los dГѓВas por venir y tomaba una copa de coГѓВ±ac sentado en la sala de la villa, el sonido de las ametralladoras fue interrumpido por el de un auto acercГѓВЎndose a la propiedad. La vio a travГѓВ©s de la ventana de la sala bajar del automГѓВіvil gris platinado y empezar a descargar infinidad de vestidos, una maleta y quiГѓВ©n sabe cuГѓВЎntos ajuares mГѓВЎs. Lourdes le avisГѓВі de su huГѓВ©sped anticipada unos dГѓВas antes, pero se refiriГѓВі a ella como «Betina», y ГѓВ©l pensГѓВі que serГѓВa una amiga del novio. Su cabello ahora largo recorrГѓВa su espalda, los pantalones cortos de mezclilla dejaban ver sus piernas bien formadas y, a pesar de que ensayГѓВі mГѓВЎs de una forma de saludar mientras esperaba detrГѓВЎs de la puerta a que tocaran el timbre, no consiguiГѓВі disipar su sorpresa cuando finalmente saliГѓВі a su encuentro.
TratГѓВі de hablar pausadamente para no evidenciar sus nervios, pero no pudo disimular su sorpresa, que era tan genuina como su inquietud. LevantГѓВі su maleta y la llevГѓВі directamente a su habitaciГѓВіn, pensГѓВі que quizГѓВЎ debГѓВa invitarle un trago y justo entonces ella le pidiГѓВі un cafГѓВ©. Su padre estarГѓВa avergonzado de ГѓВ©l, ¡ella habГѓВa tenido que pedirle algo de beber! Tantos aГѓВ±os ejerciendo la diplomacia en Quebec no habГѓВan servido para nada. AndrГѓВ©s era hijo de un funcionario del servicio exterior asignado por muchos aГѓВ±os a CanadГѓВЎ y una dama de alta sociedad dominicana, habГѓВa estudiado Negocios Internacionales y hablaba con fluidez el inglГѓВ©s y el francГѓВ©s. LlegГѓВі a Quebec siendo un niГѓВ±o, pero guardaba recuerdos agradables de las estancias de verano con su abuela materna en Santiago de los Caballeros, la segunda ciudad mГѓВЎs importante de su paГѓВs natal. Ya retirado su padre, la familia regresГѓВі al paГѓВs y ГѓВ©l hizo lo mismo al terminar sus estudios en Quebec; sus dos hermanas menores, Anne y Sophie, sin embargo, habГѓВan nacido en CanadГѓВЎ y habГѓВan hecho allГѓВ su vida, solo regresaban en ГѓВ©pocas festivas; su hermano mayor, Dante, era violinista profesional y viajaba con la filarmГѓВіnica de Quebec todo el aГѓВ±o. Todos los hijos de aquella pareja, don David y doГѓВ±a Sonia, habГѓВan sido educados en el mГѓВЎs fino de los protocolos, conocГѓВan cada palabra apropiada para cualquier situaciГѓВіn inapropiada y definitivamente todos sabГѓВan las reglas de etiqueta para recibir una visita: ¡él las habГѓВa quebrantado todas!
Regla n.º 1: No hacer esperar a la gente en la puerta si ya sabemos que estГѓВЎn allГѓВ. Espiar quГѓВ© trae puesto y con quiГѓВ©n viene no es correcto. (¡Quebrantada!)
Regla n.º 2: No se detenga a charlar en la puerta, hágales pasar y cierre la puerta. (¡Quebrantada! ¡Por poco tiempo, por suerte!)
Regla n.º 3: Preguntar si la persona desea tomar algo. (¡Quebrantada!)
Regla n.º 4: Mostrar la casa si la visita es de confianza. (¡Quebrantada!)
HabГѓВa reaccionado tarde, pero al menos todavГѓВa podrГѓВa mostrarle la casa y eso hizo una vez le brindГѓВі cafГѓВ©. « ¡Estoy embriagado!», pensГѓВіГўВЂВ¦ ¿cГѓВіmo podГѓВa haber olvidado cosas tan elementales? Pero apenas habГѓВa tomado el primer sorbo de su coГѓВ±ac cuando escuchГѓВі el auto llegar.
ComenzГѓВі a enmendar su error mostrГѓВЎndole el primer piso, siguiГѓВі con el segundo y se detuvieron en el entrepiso, su lugar favorito de la casa, aquel que doГѓВ±a Sonia habГѓВa diseГѓВ±ado con ilusiГѓВіn evocando el jardГѓВn de lo que habГѓВa sido su casa por casi veinte aГѓВ±os en Quebec. PensГѓВі dejar los jardines exteriores como ГѓВєltima parada del tour, considerando que la piscina climatizada era un atractivo que merecГѓВa las fanfarrias finales, pero ella interrumpiГѓВі bruscamente su elaborado mapa mental cuando prefiriГѓВі irse a su cuarto. Mientras bajaban las escaleras pensГѓВі en fingir indiferencia, pero una vez en la sala le comentГѓВі algo sobre salir a cenar, ella asintiГѓВі y asГѓВ quedaron en verse mГѓВЎs tarde.
PulsГѓВі el botГѓВіn de reanudar en su pelГѓВcula de James Bond y unos minutos despuГѓВ©s pensГѓВі en la ГѓВ©poca en la que ГѓВ©l tambiГѓВ©n habГѓВa tenido que hacer informes, se apiadГѓВі de ella y la perdonГѓВі de inmediato.
Su primer trabajo en la capital dominicana fue en aquella agencia de viajes, como encargado de los programas educativos internacionales. Pronto se hizo popular entre las chicas por su incomparable gentileza y caballerosidad, tan distinta a la actitud de los demГѓВЎs jГѓВіvenes. Su inteligencia era evidente y sus temas de conversaciГѓВіn, infinitos, pero sin duda su mejor atributo era su amabilidad. AllГѓВ hacГѓВa los informes, no solo de su gestiГѓВіn, sino que ayudaba con los suyos a los compaГѓВ±eros que no manejaban otros idiomas con fluidez.
Ahora corregГѓВa informes. Era profesor titular en el Instituto de FormaciГѓВіn DiplomГѓВЎtica y Consular. TambiГѓВ©n tenГѓВa una empresa que daba servicios de traducciГѓВіn de documentos y de eventos. Su porte juvenil, a pesar de acercarse peligrosamente a los cuarenta, se debГѓВa a las muchas horas que pasaba nadando y jugando tenis, sus actividades deportivas preferidas. TambiГѓВ©n jugaba ajedrez y disfrutaba del vino tinto si era en buena compaГѓВ±ГѓВa. Esa tarde, mientras llegaba la hora de cenar, recordГѓВі una que otra aventura que involucraba una botella de vino y a VirginiaГўВЂВ¦ Se acercГѓВі un par de veces a la habitaciГѓВіn hasta que finalmente tocГѓВі. Pasaban de las siete.
Se sentГѓВі en la sala a esperar con visible ansiedad, hasta que unos minutos mГѓВЎs tarde vio las flores lilas y azules de su vestido asomarse al pasillo. Salieron en el carrito de golf hablando sobre el clima y entonces ella preguntГѓВі quГѓВ© le parecГѓВa el novio de Iveth. Evidentemente ella no sabГѓВa que ГѓВ©l los habГѓВa presentado, asГѓВ que sin abundar en detalles le dijo que lo conocГѓВa y era un buen muchacho.
La Marina estaba a cinco minutos de la villa, asГѓВ que no tuvieron mucho tiempo para conversar. El recuperГѓВі algo de su cortesГѓВa caracterГѓВstica y la ayudГѓВі a salir del carrito, pues su largo vestido se quedГѓВі atrapado en el asiento. En ese momento sus rostros estuvieron tan cerca que era difГѓВcil distinguir de lejos que no eran pareja. Caminaron juntos hacia el restaurante y la luna en cuarto menguante miraba desde lejos con curiosidad cГѓВіmo una pareja y tres sombras dibujaban el suelo aquella noche de solsticio.
CapГѓВtulo 5
La algarabГѓВa de los comensales de la mesa situada al final de la terraza era insostenible. «Hoy dГѓВa todos los jГѓВіvenes son escandalosos y fuman incesantemente», pensГѓВі ella; no le dijo nada a su acompaГѓВ±ante para no parecer antipГѓВЎtica, pero la verdad es que estaban haciendo mucho ruido y con el paso de los minutos se integraban mГѓВЎs chicos a la mesa bulliciosa. La vista, sin embargo, era preciosa; los lujosos yates delineaban el puerto en todo su esplendor, algunos con las luces encendidas reflejando en el agua sus mГѓВЎstiles majestuosos. En alguno de ellos celebraban fiestas y en algГѓВєn otro la desolada cubierta aguardaba ansiosa a que llegaran invitados.
AndrГѓВ©s interrumpiГѓВі sus pensamientos cuando le preguntГѓВі si querГѓВa tomar algo.
ГўВЂВ”Una copa de vinoГўВЂВ¦ ¡Por los viejos tiempos! ГўВЂВ”exclamГѓВі con energГѓВa, a pesar de que segundos despuГѓВ©s ya se estaba arrepintiendo de su atrevimiento.
ГўВЂВ”Los viejos tiemposГўВЂВ¦ ¿Y tГѓВє piensas alguna vez en esos viejos tiempos? ГўВЂВ”le preguntГѓВі ГѓВ©l con su caracterГѓВstico tono jocoso, pero evidentemente ГѓВЎvido de una respuesta.
ГўВЂВ”Me parece que han pasado mil aГѓВ±os desde que abandonamos el tren de la juventud. Es inevitable recordar con nostalgia esas noches en la avenida hablando tonterГѓВas. ¡He intentado recordar de quГѓВ© hablГѓВЎbamos, pero no consigo hacerlo!, ¿tГѓВє lo recuerdas? ГўВЂВ”inquiriГѓВі Virginia, mientras colocaba ambas manos en su barbilla y se inclinaba hacia AndrГѓВ©s con la curiosidad de una niГѓВ±a.
— ¿Puedo traerles algo de beber? –interrumpió el mesero enérgicamente mientras les observaba expectante.
—Una botella de vino tinto, reserva. Y, por favor, traiga la bandeja de quesos como entrada —dijo Andrés al mesero y luego agregó mirando fijamente a Virginia— ¡Como en los viejos tiempos!
Ella se sonrojГѓВі y sus pensamientos viajaron nuevamente en el tiempo a una de esas noches juveniles, donde, bajo la luz de una luna llena habГѓВan caminado juntos en la Zona Colonial con un grupo de amigos, quizГѓВЎ siete en total. Uno de ellos, atrevido como ninguno, pasГѓВі una mano sobre su hombro y le preguntГѓВі en secreto: « ¿CuГѓВЎndo saldrГѓВЎs finalmente con AndrГѓВ©s?»
La tomГѓВі por sorpresa; no era algo que ella hubiera pensado responderle a ГѓВ©l y solo le dijo: « ¿CГѓВіmo puedo responderte a ti lo que no me han preguntado ni siquiera a mГѓВ? ¿QuГѓВ© te hace pensar que AndrГѓВ©s quiere salir conmigo?». Su amigo sonriГѓВі y dijo para sГѓВ, aunque ella pudo perfectamente: «no sГѓВ© cuГѓВЎl de los dos estГѓВЎ mГѓВЎs despistado» y siguiГѓВі caminando con el grupo. Eso la dejГѓВі pensando el resto de la noche y no volviГѓВі a mirar a AndrГѓВ©s con los mismos ojos. HabГѓВan salido muchas veces juntos, pero la multitud que siempre los acompaГѓВ±aba era la protagonista principal de todos sus encuentros, y no ellos. Sin embargo, esa noche comenzГѓВі a pensar seriamente si el comentario de Osvaldo habГѓВa tenido algo de sentido. Esa noche las cosas comenzaron a cambiar, y por primera vez en los meses que llevaban conociГѓВ©ndose, pensГѓВі en AndrГѓВ©s con la curiosidad de quien investiga un misterio digno de Agatha Christie.
La bandeja de quesos llegГѓВі antes que el vino y el maГѓВ®tre abordГѓВі la mesa apresuradamente pidiendo disculpas en nombre del camarero y se llevГѓВі al pobre chico que, con rostro de confusiГѓВіn indescriptible, sostenГѓВa tembloroso la bandeja, mientras intentaba pedir disculpas tambiГѓВ©n, aunque no sabГѓВa exactamente el motivo. Virginia no contuvo la risa y AndrГѓВ©s la contemplГѓВі divertido, a la vez que recibГѓВa nuevamente al maГѓВ®tre que estaba de regreso con el vino, que descorchГѓВі ceremoniosamente. Hicieron el primer brindis y unos minutos despuГѓВ©s el mundo a su alrededor parecГѓВa haber desaparecido. Ya no se escuchaba el bullicio de los jovencitos de la mesa del fondo. La bandeja de quesos de repente ya estaba en la mesa y ninguno notГѓВі cuГѓВЎndo la habГѓВan traГѓВdo, la botella de vino llegaba a sus ГѓВєltimos instantes de vida y ni siquiera habГѓВan recordado ordenar la cena, estaban ensimismados el uno en el otro, hablando tan bajo que apenas entre ellos podГѓВan escucharse. En algГѓВєn momento pidieron otra botella de vino y una bandeja de antipastos, siguieron hablando, riendo y brindando hasta que el camarero despistado interrumpiГѓВі con la voz agГѓВіnica de aquel que espera un regaГѓВ±o para avisarles que la cocina iba a cerrar y que si iban a ordenar algo de cenar debГѓВa ser en aquel momento. Virginia se extraГѓВ±ГѓВі por el comentario y levantГѓВі la vista para notar que la suya era la ГѓВєnica mesa ocupada del restaurante y que casi todas las luces estaban apagadas. Por alguna razГѓВіn habГѓВan pasado mГѓВЎs de tres horas y no habГѓВan ordenado ni siquiera la cena. No tenГѓВan hambre y coincidieron en pedir la cuenta, mirГѓВЎndose con complicidad y a punto de estallar en risas, salieron minutos despuГѓВ©s del restaurante a punto de alcanzar la medianoche.
—Sonia está aquàen el puerto, ¿la quieres ver? —dijo Andrés con tono galante mientras caminaban por La Marina en dirección al carrito de golf.
ГўВЂВ” ¿Sonia? ¿Y por quГѓВ© querrГѓВa yo verla? ГўВЂВ”dijo Virginia en tono sarcГѓВЎstico, intentando disimular un repentino ataque de celos.
ГўВЂВ” ¿No te gustan los yates? ГўВЂВ”dijo ГѓВ©l sonriente y percibiendo, feliz, que habГѓВa logrado molestarla.
ГўВЂВ” ¡A veces puedes ser tanГўВЂВ¦! Argghhh! ГўВЂВ”le dijo ella, molesta cuando entendiГѓВі que se referГѓВa al yate de sus padres, que se llamaba igual que su mamГѓВЎ: Sonia.
ГўВЂВ” ¡Ja, ja! ¿Estabas celosa? ГўВЂВ”le dijo mientras la tomaba del brazo y la conducГѓВa de vuelta a La Marina, de camino al bote.
La noche de solsticio definitivamente serГѓВa larga. La luna susurraba en el cielo un poema de amor, la mГѓВєsica de un grupo de jazz emergГѓВa entusiasta desde uno de los yates vecinos y AndrГѓВ©s y Virginia caminaron juntos como tantas veces, pero solos por primera vez.
CapГѓВtulo 6
Aquel sueГѓВ±o la habГѓВa despertado otra vez. Sudorosa y respirando afanosamente se puso de pie y quiso correr a la cocina pero recordГѓВі que no era su casa. «Hay agua en la jarra del escritorio», pensГѓВі, y fue a buscarla, tomГѓВі un sorbo y recuperГѓВі el aliento. Eran las tres de la madrugada.
RecapitulГѓВі la noche poco a poco y pensГѓВі que apenas harГѓВa media hora de su regreso de La Marina con AndrГѓВ©s. Se separaron en la puerta de su cuarto, no porque ella quisiera, pensГѓВі en ese instante, sino porque probablemente ninguno de los dos se atreviГѓВі a proponer un arreglo distinto para dormir. La habГѓВan pasado fenomenal en el yate, donde encontraron una botella de vino mГѓВЎs y siguieron hablando de los viejos tiempos hasta que la mГѓВєsica de jazz de la fiesta vecina se apagГѓВі y pensaron que era hora de volver. La corta distancia de La Marina a la casa hizo mГѓВЎs fГѓВЎcil conducir el carrito, pero a la hora de encontrar la llave para abrir la puerta, las risas no se hicieron esperar y ambos parecГѓВan chiquillos traviesos burlГѓВЎndose de la situaciГѓВіn. Virginia recordГѓВі que alguno de los dos sugiriГѓВі ir a la piscina, quizГѓВЎsГўВЂВ¦ ¡TraГѓВa puesto el traje de baГѓВ±o y no la pijama! Y entonces recordГѓВі que por eso se habГѓВan separado en la puerta, porque se reunirГѓВan en unos minutos en el jacuzzi. ¿CuГѓВЎnto tiempo habГѓВa pasado? Solo sabГѓВa que habГѓВa tenido aquel sueГѓВ±o, por tanto, se habГѓВa quedado dormida al menos unos minutos. TomГѓВі otro sorbo de agua y aГѓВєn aturdida por el vino decidiГѓВі lanzar una mirada al patio para saber si ГѓВ©l estaba allГѓВ esperГѓВЎndola. El traje de baГѓВ±o negro y de una sola pieza cruzaba en tirantes su espalda y dejaba al descubierto un escote discreto, pero escote al fin. TomГѓВі un chal del mismo color que descansaba en la silla del escritorio, se envolviГѓВі en ГѓВ©l y atravesГѓВі el pasillo. Lo vio saliendo de la cocina con un gran vaso de agua en la mano, su baГѓВ±ador azul y una toalla blanca colgada al cuello, estaba mojado, por ende habГѓВa estado en el agua. ГѓВ‰l la mirГѓВі con cara de sorpresa y le dijo:
ГўВЂВ”Ya iba de vuelta a la habitaciГѓВіn, ¡pensГѓВ© que te habГѓВas arrepentido de ir a la piscina!
ГўВЂВ”Pues la verdad es que me quedГѓВ© dormida unos minutos, pero sГѓВ que me hace falta entrar al jacuzzi y con agua muy caliente, asГѓВ que vamos ГўВЂВ”dijo Virginia pensando en olvidar la desagradable sensaciГѓВіn que le dejaba tener aquel sueГѓВ±o, justo cuando todo parecГѓВa haber sido olvidado.
ГўВЂВ” ¿MГѓВЎs vino? ГўВЂВ”preguntГѓВі AndrГѓВ©s riendo a sabiendas de que ya habГѓВan tomado demasiado.
—No es de princesas tomar de más… —le respondió Virginia guiñándole un ojo y quitándole el vaso de agua para bebérselo ella.
AndrГѓВ©s se dio vuelta entornando los ojos mientras pensaba en lo mucho que le gustaba la idea de quedarse con ella en la casa. « ¡QuГѓВ© importa!», pensГѓВіГўВЂВ¦ ¡QuizГѓВЎ le gustarГѓВa quedarse con ella para siempre!
Virginia se deshizo del chal y entrГѓВі al jacuzzi que burbujeaba incesante. El olor a lavanda impregnaba el ambiente y el agua tibia acariciaba con ternura su cuerpo. Se sumergiГѓВі por unos agradables segundos que quiso hacer eternos y, cuando saliГѓВі a la superficie, AndrГѓВ©s ya estaba entrando al agua. No pudo evitar el sobresalto y el grito ahogado que llegГѓВі con ГѓВ©l, provocando las burlas de AndrГѓВ©s por su «valentГѓВa».
—No esperaba verte de repente. ¡Me asustaste! ¡Tú también hubieras gritado! —dijo ella en tono defensivo. Y agregó, cambiando drásticamente el tema— ¿Por qué el agua huele a lavanda?
—Mi mamá insiste en poner sales aromáticas cuando viene a meditar. Han de haberse quedado por allà—mintió Andrés; era él quien las usaba para meditar.
ГўВЂВ”Pues el gusto de tu mamГѓВЎ es impecable. ¡Amo la lavanda! ГўВЂВ”dijo ella, mientras se sumergГѓВa otra vez.
AndrГѓВ©s se sumergiГѓВі tambiГѓВ©n y tomГѓВі un largo y profundo respiro mientras se decГѓВa a sГѓВ mismo que habГѓВa llegado el momento que por tantos aГѓВ±os ambos habГѓВan procrastinado.
Virginia lo sintiГѓВі moverse a sus espaldas y rodear con sus manos su cintura, no sabГѓВa si quedarse sumergida o salir, en pocos segundos ya no tendrГѓВa que decidirlo y, aunque no estaba segura de si ella habГѓВa emergido o si ГѓВ©l la habГѓВa sacado, lo cierto es que ahora la mitad de sus cuerpos estaba debajo del agua y la otra mitad estaba fuera. Ella esperГѓВі impaciente y callada, pues estaba de espaldas. ГѓВ‰l, sin soltar su cintura, la girГѓВі muy despacio en el agua hasta que finalmente quedaron frente a frente. Las burbujas reventaban estrepitosamente por todas partes y bajo la luna del solsticio, AndrГѓВ©s se inclinГѓВі hacia Virginia y la besГѓВі en los labios, primero con ternura y luego con la pasiГѓВіn de un amor colegial. Virginia pensГѓВі que seguГѓВa sumergida por completo en el agua. SentГѓВa cГѓВіmo sus cuerpos se acercaban hasta querer ocupar el mismo espacio, y sus manos, controladas por una fuerza superior a ella, subieron hasta alcanzar el rostro de AndrГѓВ©s. Sus cuerpos se enlazaban como imanes el uno al otro dentro y fuera del agua y, por un breve instante, fueron un solo cuerpo. Mientras tanto, la luna en cuarto menguante sonreГѓВa satisfecha.
CapГѓВtulo 7
Diez aГѓВ±os atrГѓВЎs, el ambiente festivo de diciembre inundaba el ambiente tal y como ahora con prematura anticipaciГѓВіn. Las luces y guirnaldas navideГѓВ±as comenzaban a adornar las principales avenidas, a pesar de que el mes de octubre no habГѓВa terminado. Como cada viernes, AndrГѓВ©s pasГѓВі a recoger a Virginia a su casa y enseguida se dirigieron a encontrarse con Marcelo, un amigo y excompaГѓВ±ero de estudios de AndrГѓВ©s, que lo habГѓВa ayudado a conseguir su antiguo puesto en la agencia de viajes y habГѓВa sido su apoyo en esos meses en los que reciГѓВ©n abrГѓВa su empresa de traducciones. Se conocГѓВan desde hacГѓВa muchos aГѓВ±os y habГѓВan compartido en mГѓВєltiples ocasiones, sobre todo cuando acababa de llegar de CanadГѓВЎ.
Marcelo, extrovertido y brillante como pocos, ya era buen amigo de Virginia, pues la conocГѓВa gracias a Iveth, con quien trabajaba en la agencia. Pero no fue sino hasta que AndrГѓВ©s se integrГѓВі al grupo que pensГѓВі en lo genial que era la compaГѓВ±ГѓВa de Virginia para tomar vino tinto los viernes en los parques de las grandes avenidas.
Esa noche AndrГѓВ©s bromeГѓВі con ella al recogerla pasadas las siete y hablaron de un viaje que pronto harГѓВa todo el grupo a la playa. El telГѓВ©fono de Virginia timbraba con desesperaciГѓВіn mientras hablaban y, a pesar de que ella lo miraba e ignoraba la llamada, AndrГѓВ©s insistГѓВa para que lo levantara, pues alcanzaba a ver el nombre del interlocutor y morГѓВa de curiosidad. La situaciГѓВіn se prolongГѓВі toda la noche, pues su exnovio, realmente enamorado, se negaba a dejarla ir y ella finalmente apagГѓВі en algГѓВєn momento el celular. Llegaron a encontrarse en el parque de siempre, y, como siempre, AndrГѓВ©s sacГѓВі del baГѓВєl la botella de vino, las copas y el descorchador. En aquella ГѓВ©poca, Virginia trabajaba en el departamento de ventas de una constructora turГѓВstica, habГѓВa dejado a su novio de dos aГѓВ±os porque ya no querГѓВa casarse con ГѓВ©l, y exploraba la desconocida y emocionante sensaciГѓВіn de sentarse a tomar vino con dos hombres que no eran nada mГѓВЎs que sus amigos.
La primera vez que Marcelo la llamГѓВі para una de estas aventuras, era ya tarde en la noche y cuando vio su nГѓВєmero en el identificador de su celular, vestГѓВa su pijama. Se acostumbraba a sus primeras semanas sin novio y las llamadas nocturnas que recibГѓВa solГѓВan ser del pobre desdichado pidiendo que lo pensara mejor, asГѓВ que cuando vio que no era ГѓВ©l, tomГѓВі la llamada enseguida. Un escandaloso ГўВЂВ“y evidentemente tomadoГўВЂВ“ Marcelo se escuchaba del otro lado en medio de la mГѓВєsica diciendo: « ¡Te vamos a pasar a buscar, AndrГѓВ©s quiere salir contigo!». Su corazГѓВіn latiГѓВі violentamente, y no alcanzaba a entender con claridad el mensaje, no sabГѓВa quГѓВ© significaba aquello y le respondiГѓВі que ya era tarde y que estaba en pijama.
Ese fin de semana, aquella llamada fue el plato fuerte de conversaciГѓВіn con Iveth y Gabriela, sus mejores amigas. QuizГѓВЎ Osvaldo tenГѓВa razГѓВіn despuГѓВ©s de todo y AndrГѓВ©s sГѓВ querГѓВa salir con ella, quizГѓВЎ era Marcelo quien realmente querГѓВa salir con ella, ¡todo tenГѓВa tantas aristas en su cabeza! Tuvo que esperar al viernes siguiente, esta vez comieron juntos, como solГѓВan hacer a veces en una plaza cercana al trabajo de ambos, y Marcelo le dijo que saldrГѓВan a las sieteГўВЂВ¦ Ella dijo que sГѓВ.
Y a partir de aquel viernes esas salidas se hicieron una costumbre solo interrumpida por causas mayores o por salidas en grupos mГѓВЎs grandes. La pasaban muy bien los tres hablando, riendo y, al llegar la medianoche, saliendo a buscar algo de comer. Ya lo habГѓВan hecho un par de veces y con el tiempo empezaron a integrarse al grupo otros amigos de Virginia, asГѓВ que la noche de Navidad, AndrГѓВ©s y Marcelo estuvieron bailando hasta el amanecer con ella y sus amigos, en una noche que, aunque memorable, no todos podГѓВan recordar con claridad. Era un grupo realmente divertido y la pasaban bienГўВЂВ¦ el coqueteo era infinito entre ellos dos, pero nunca ГўВЂВ“que ellos recordaranГўВЂВ“ habГѓВa pasado de puro coqueteo.
Y aquella noche, mientras tomaban su botella de vino, ella descubriГѓВі algo en su mirada que no podГѓВa descifrar. QuerГѓВa arrancar las palabras de su boca, pero no podГѓВa. MorГѓВa por entrar en su cabeza, pero le preocupaba delatarseГўВЂВ¦ Una doncella no puede permitirse revelar sus sentimientos jamГѓВЎs. Y cuando AndrГѓВ©s la llevaba de regreso a casa con el respeto y formalidad que lo caracterizaban, Virginia tuvo que luchar contra viento y marea para no preguntarle quГѓВ© sentГѓВa por ella; quizГѓВЎ, de haberlo hecho, las burbujas de lavanda hubieran reventado diez aГѓВ±os antes.
Todos esos recuerdos pasaban por su cabeza cuando el agua tibia del jacuzzi comenzГѓВі repentinamente a tornarse frГѓВa como hielo, las burbujas de lavanda dejaron de reventar y las luces que iluminaban el fondo de la piscina de un tono azul brillante se apagaron. El resto de la casa seguГѓВa iluminado, pero todo el patio permanecГѓВa a oscuras. OcurriГѓВі de pronto y no tuvieron mГѓВЎs alternativa que salir del agua, pues la temperatura bajГѓВі tan de prisa que parecГѓВa que todo iba a congelarse. AndrГѓВ©s pensГѓВі que algo se habГѓВa descompuesto y quiso ver los interruptores, pero Virginia le advirtiГѓВі que dejara a los expertos electricistas que vinieran en la maГѓВ±ana a revisar y sugiriГѓВі entrar a la casa.
Las nubes comenzaron a ocultar la luna que minutos antes les sonreГѓВa y se desatГѓВі una tormenta elГѓВ©ctrica que transformГѓВі el romГѓВЎntico escenario anterior. Se acurrucaron envueltos en las toallas en el sofГѓВЎ de la sala para calentarse y ninguno se animГѓВі a iniciar la conversaciГѓВіn, asГѓВ que se quedaron simplemente allГѓВ, recostados uno en el otro hasta que finalmente AndrГѓВ©s hablГѓВі, pero ella ya estaba dormidaГўВЂВ¦ AsГѓВ que se recostГѓВі otra vez y allГѓВ les encontrГѓВі la maГѓВ±ana.
CapГѓВtulo 8
El aviГѓВіn aterrizГѓВі unos minutos antes de lo pautado en el aeropuerto de Santo Domingo. La escala en Nueva York habГѓВa sido mГѓВЎs larga de lo planeado porque se averiaron los sistemas de transporte automГѓВЎtico del equipaje y estaban subiГѓВ©ndolos manualmente. La estancia en Quebec habГѓВa sido corta pero agradable, sus sobrinas habГѓВan resultado ser tan adorables como en las fotografГѓВas que enviaba a la familia su hermana Sophie. La novedad de las gemelas reciГѓВ©n nacidas habГѓВa movilizado a toda la familia a CanadГѓВЎ por unas semanas, interrumpiendo los planes de AndrГѓВ©s para el mes mГѓВЎs festivo del aГѓВ±o. Partieron a principio de diciembre a Quebec para conocer las niГѓВ±as y compartir juntos la Navidad y el fin de aГѓВ±o, sin embargo a mediados de mes, con la excusa del cierre contable de su reciГѓВ©n formada empresa de traducciГѓВіn, AndrГѓВ©s anunciГѓВі que regresarГѓВa al paГѓВs antes de las fiestas.
Ante las protestas de su madre, la conformidad de su padre y la indiferencia de sus hermanas, tomГѓВі el aviГѓВіn de regreso y en todo el viaje solo pudo pensar en ella y en el momento en que se encontrarГѓВan otra vez, en sus noches de vino tinto y ruido citadinoГўВЂВ¦ QuizГѓВЎ ahora lograrГѓВa que no estuviera Marcelo, o el resto de personas que solГѓВan aparecer de la nada justo cuando hubiera querido hablar a solas con ella. PensГѓВі que tal vez no habГѓВa hecho lo suficiente para que ella notara su interГѓВ©s mГѓВЎs allГѓВЎ de la amistad, pero eso definitivamente iba a cambiar. Ya estaba solteraГўВЂВ¦Aunque su telГѓВ©fono no dejaba de sonar y ella contestaba; no siempre, pero a veces contestaba. QuizГѓВЎ aГѓВєn querГѓВa volver con aquel novio impertinente. Durante las siete largas horas de vuelo pensГѓВі en muchas cosas, ninguna tenГѓВa que ver con la contabilidad de su compaГѓВ±ГѓВa.
El capitГѓВЎn hizo el anuncio de bienvenida a la ciudad, seguido del aviso de que los mantendrГѓВa en pista unos minutos esperando una puerta disponible, ya que se habГѓВan adelantado. La noche se deslizaba sigilosa por la ventana y pensГѓВі aprovechar que no era tarde para llamarla; no habГѓВan hablado ni siquiera por correo electrГѓВіnico durante los diez dГѓВas que habГѓВa estado en Quebec, asГѓВ que el sonido de su voz serГѓВa mГѓВєsica para sus oГѓВdos. Y es que, en la soledad de la nieve que arropaba el paisaje, visto desde el jardГѓВn delantero en casa de su hermana, comprendiГѓВі que la extraГѓВ±aba demasiado y, aunque volver significaba pasar por primera vez la Navidad lejos de sus padres, cuando llegГѓВі el viernes y su madre le pidiГѓВі descorchar el vino, decidiГѓВі que descorcharГѓВa la prГѓВіxima botella con Virginia.
El celular repicaba incesante con la canciГѓВіn de apertura de El Fantasma de la ГѓВ“pera. Pasaban unos minutos de las nueve de la noche de aquel domingo de diciembre y Virginia preparaba su ropa para ir a trabajar al dГѓВa siguiente. SintiГѓВі la mГѓВєsica de su obra de teatro preferida inundar apasionadamente la habitaciГѓВіn y mirГѓВі la pantalla. Sorprendida de ver el nombre de AndrГѓВ©s Nova en su identificador, pulsГѓВі con creciente curiosidad el botГѓВіn para contestar:
— ¿SÃ�
ГўВЂВ” ¿SГѓВ?, ¿es la forma de contestar en estos dГѓВas?
— ¿Llegaste? —preguntó una desconcertada Virginia.
ГўВЂВ”CasiГўВЂВ¦ AГѓВєn no bajo del aviГѓВіn, pero sГѓВ... ГўВЂВ”dijo AndrГѓВ©s mientras escuchaba el intercambio de las azafatas indicando que habГѓВan aparcado el aviГѓВіn y podГѓВan salir.
Como su asiento estaba en primera clase lo invitaron a salir recordГѓВЎndole que debГѓВa abstenerse de usar el celular en el ГѓВЎrea de migraciГѓВіn. Se puso de pie para tomar su equipaje del maletero superior, mientras intentaba sostener el celular con su hombro para no interrumpir su conversaciГѓВіn.
ГўВЂВ” ¿De verdad estГѓВЎs todavГѓВa en el aviГѓВіn? ГўВЂВ”continuaba con incredulidad Virginia, que escuchaba las bocinas dando los avisos mientras hablaban.
ГўВЂВ” ¿Por quГѓВ© te sorprende?ГўВЂВ”le dijo ГѓВ©l, sin saber aГѓВєn el origen de tan repentina valentГѓВa.
Ya caminaba hacia fuera y empezaron a aparecer las seГѓВ±ales de prohibiciГѓВіn y no tuvo mГѓВЎs remedio que decirle que volverГѓВa a llamarla desde el automГѓВіvil.
TranscurriГѓВі una hora completa desde la primera llamada hasta la segunda. Durante esos sesenta minutos de confusiГѓВіn, Virginia marcГѓВі a su amiga Iveth, que a su vez puso en la lГѓВnea a Gabriela y empezaron a elaborar teorГѓВas del significado de lo que habГѓВa pasado. La primera vez que hablaron de eso, cuando la llamГѓВі Marcelo, quedaron mil dudas por aclarar, esa noche habГѓВan quedado despejadas. Definitivamente AndrГѓВ©s estaba locamente enamorado de Virginia, no habГѓВa dudas. Llamarla apenas habГѓВa aterrizado su aviГѓВіn era la forma mГѓВЎs sutil y a la vez exagerada de demostrarlo; decirlo hubiera sido mГѓВЎs fГѓВЎcil, pensГѓВі Gabriela, ya que, en su opiniГѓВіn, ese gesto hacГѓВa que pareciera desesperado.
Por varios minutos solo hablaban Iveth y Gabriela, mientras ella esperaba a que sonara El Fantasma de la Opera nuevamente. Cuando eso finalmente pasГѓВі, le tomГѓВі menos de cinco segundos decirles a las chicas que las llamarГѓВa despuГѓВ©s.
— ¡Disculpa! Ni siquiera vi bien la hora, apenas acabo de salir y me espera Marcelo. ¡No debàllamarte tan tarde!
—¡No!, ¡estГѓВЎ bien! Es decir, estaba despiertaГўВЂВ¦ ¿Y cГѓВіmo te fue? ¡Pensaba que regresarГѓВas despuГѓВ©s de aГѓВ±o nuevo!
ГўВЂВ”SГѓВ, pero tenГѓВa que resolver algunos asuntos de la empresa. Alcanzo a ver a Marcelo, ¿crees que podrГѓВamos almorzar juntos maГѓВ±ana?
ГўВЂВ”SГѓВ, claroГўВЂВ¦ Me alegra que hayas regresadoГўВЂВ¦ A salvo, quiero decir, ¡quГѓВ© descanses! MaГѓВ±ana me avisas para coordinar ГўВЂВ”dijo Virginia, algo decepcionada de tener que colgar.
Se despidieron. Un impaciente Marcelo esperaba a su amigo para entender los detalles del anticipado regreso y ahora tambiГѓВ©n querГѓВa saber con quiГѓВ©n venГѓВa conversando en el celular si apenas acababa de llegar.
—Le avisaba a mi mamá que ya estoy aquà—mintió, ante la insistencia de Marcelo.
El cielo comenzГѓВі a nublarse y ocultГѓВі la tenue luz de la luna en cuarto menguante. LlovГѓВa en la ciudadГўВЂВ¦
CapГѓВtulo 9
El aviso de tormenta se extendiГѓВі ese lunes a toda la isla y lo que empezГѓВі como una leve llovizna aquel domingo de diciembre del aГѓВ±o dos mil siete se convirtiГѓВі en la Tormenta Olga. El fenГѓВіmeno atmosfГѓВ©rico dejГѓВі catorce muertos en la RepГѓВєblica Dominicana, mГѓВЎs de treinta mil personas damnificadas y daГѓВ±os en miles de casas. AdemГѓВЎs de mГѓВєltiples poblados incomunicados, los estragos de las lluvias que iniciaron el lunes y se prolongaron por setenta y dos horas, impidieron tambiГѓВ©n el encuentro esperado por Virginia y AndrГѓВ©s.
La ciudad se tornГѓВі intransitable durante varios dГѓВas y cuando finalmente se restablecieron las comunicaciones, las prioridades de todos habГѓВan cambiado y el trabajo acumulado durante los dГѓВas no laborables impidiГѓВі que ese viernes retomaran la rutina.
Cora Gibson, la asistente personal de AndrГѓВ©s, tomaba las llamadas de Virginia a la oficina, algunas veces anotaba sus mensajes y otras simplemente olvidaba entregarlos. La chica era una rara excepciГѓВіn en el mundo de las rubias; hablaba cinco idiomas con apenas veintitrГѓВ©s aГѓВ±os, asГѓВ que, ademГѓВЎs de anotar algunos mensajes, recibГѓВa los pedidos de clientes y se encargaba de las traducciones mГѓВЎs sencillas. Era hija de una pareja canadiense, buenos y viejos amigos de sus padres. Pasaron juntos muchas navidades en su niГѓВ±ez, y a pesar de que era apenas cinco aГѓВ±os menor que ГѓВ©l, la seguГѓВa viendo como la niГѓВ±a de ojos azules y larga cabellera rubia que siempre jugaba con sus hermanas. Cuando ella llegГѓВі a pedirle trabajo reciГѓВ©n graduada de una licenciatura en Lenguas Extranjeras, le pareciГѓВі extraГѓВ±o que, siendo su padre el gerente general de una multinacional canadiense, acudiera a su microempresa de traducciГѓВіn. Era un gran recurso, asГѓВ que no dudГѓВі en darle el puesto, no sin antes aclararle que la paga era modesta. SabГѓВa de su inteligencia por los elogios que su madre no cesaba de expresar cuando querГѓВa reprocharles algo a sus hermanas y mГѓВЎs de una vez doГѓВ±a Sonia habГѓВa insinuado que Dante debГѓВa salir con ella, pues como era polГѓВglota podrГѓВa acompaГѓВ±arlo en sus giras con la filarmГѓВіnica sin sentirse fuera de lugar. Dante solo contestaba a estos comentarios que: « ¡Ya suficiente hablan las mujeres que conocen una sola lengua! ¡De solo pensar cuГѓВЎnto hablarГѓВa una que puede hacerlo en cinco lenguas, ya estoy agotado!».
Bromeaba, por supuesto. Cora era bailarina clГѓВЎsica de la academia de artes de Quebec antes de que la empresa donde trabajaba su padre lo escogiera para abrir sus oficinas en Santo Domingo y se mudaran. Se veГѓВan con alguna frecuencia y en mГѓВЎs de una ocasiГѓВіn quiso invitarla a salir; en una ГѓВ©poca, durante las clases de verano, salГѓВa de clases al atardecer y esperaba unos minutos en un banco al pie de las escaleras a que saliera ella. Cora vestГѓВa siempre el uniforme de leotardo negro y mallas rosa, parcialmente ocultas por un tutГѓВє de igual color, atado a su minГѓВєscula cintura. SolГѓВa desatar su copiosa cabellera justo antes de bajar las escaleras, y la dorada melena recorrГѓВa la espalda, apenas cubierta, hasta alcanzar el lazo de su tutГѓВє. Ella sabГѓВa que aquel ritual atraГѓВa las miradas de mГѓВЎs de un estudiante, y sabГѓВa tambiГѓВ©n que uno de ellos era Dante. El problema era que lo conocГѓВa por sus romances veraniegos, primaverales y en finГўВЂВ¦ Ninguno duraba mГѓВЎs de una estaciГѓВіn.
La idea de tener que verlo en Navidad, cuando era seguro que para otoГѓВ±o ya tendrГѓВa otra novia, desechaba cualquier esbozo de debilidad ante sus propuestas seductoras. AsГѓВ que por mucho que Dante insinuГѓВі sus intenciones, ella siempre le dejГѓВі claro que no estaba interesada en lo absoluto. No habГѓВa sido sencillo, porque definitivamente ГѓВ©l era un gran partido. Su cuerpo bien formado, producto de aГѓВ±os practicando la nataciГѓВіn y su abundante cabello negro llevado a los hombros eran solo unos pocos de sus atractivos. Era el mejor violinista de la academia; sus solos eran apasionados y brillantes y los rumores de que la filarmГѓВіnica pronto lo contratarГѓВa para sus giras internacionales habГѓВan elevado su popularidad al cielo. Pero Cora, pese a su juventud, era determinada en sus decisiones y no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer.
AsГѓВ que los comentarios de doГѓВ±a Sonia no eran totalmente desacertados; sin embargo, con tanta atenciГѓВіn, Dante no perderГѓВa la cabeza por tener una damisela menos en su creciente colecciГѓВіn y, con el tiempo, la descartГѓВі como pareja y siguieron siendo amigos. Cora, por otro lado, pasГѓВі la mitad de su adolescencia lanzando indirectas al «hermano bueno», como solГѓВa llamar a AndrГѓВ©s cuando hablaba de ГѓВ©l con sus amigas de la academia. Pero se veГѓВan solamente en ocasiones especiales, pues AndrГѓВ©s no contaba las artes como una de sus pasiones y las horas libres las pasaba en la cancha de tenis o en la piscina. La pobre chica hacГѓВa visitas improvisadas a la casa Nova con la excusa de practicar el arabesque de la prГѓВіxima funciГѓВіn con Anne y Sophie, ambas compaГѓВ±eras de clase; sin embargo, pasaba mГѓВЎs tiempo interrogГѓВЎndolas sobre la ГѓВєltima conquista amorosa de AndrГѓВ©s, que casi nunca estaba en casa.
AndrГѓВ©s nunca notГѓВі, en los aГѓВ±os previos a que trabajaran juntos, el creciente interГѓВ©s romГѓВЎntico de Cora por ГѓВ©l. Pero, en fin, ГѓВ©l habГѓВa demostrado que no tenГѓВa buena intuiciГѓВіn en el amor. Es por eso que cuando finalmente ella lo invitГѓВі a salir sin preГѓВЎmbulo alguno el viernes posterior a la tormenta, la sorpresa se dibujГѓВі en su rostro y se preguntГѓВі en quГѓВ© momento se habrГѓВa convertido esta chiquilla en una adulta.
Desconcertado, usГѓВі la vieja excusa de un compromiso previo para desanimarla y, luego de convencerla de forma cariГѓВ±osa de bajar de su escritorio, continuГѓВі trabajando en su computadora mientras ella se alejaba a su puesto con una sonrisa en los labios y la convicciГѓВіn de que en poco tiempo lo tendrГѓВa a sus pies. La sorpresa de la repentina invitaciГѓВіn dejГѓВі a AndrГѓВ©s pensando en otros temas y por unos minutos dejГѓВі de preguntarse el porquГѓВ© de su silencio.
El fin de semana, Marcelo sugiriГѓВі ver una pelГѓВcula de terror en su casa para levantar los ГѓВЎnimos tras la tormenta. Todo el grupo hizo acto de presencia y mГѓВЎs de diez amigos estaban reunidos para ver la cuarta entrega de El Juego del Miedo, estrenada hacГѓВa un par de semanas en el cine y disponible en copias clandestinas gracias al amigo de un amigo de Marcelo.
Iveth y su prometido llegaron temprano, Gabriela y Osvaldo que ya llevaban un par de meses saliendo juntos se unieron poco despuГѓВ©s. A la primera oportunidad, Iveth se acercГѓВі a AndrГѓВ©s que, sentado en el sofГѓВЎ con una copa de vino, conversaba con Marcelo sobre lo ocurrido con Cora.
— ¿Interrumpo? —preguntó ella, sentándose al lado de su amigo y antes compañero de trabajo.
— ¡Nunca! —dijo Marcelo, poniéndose de pie para abrir la puerta, que sonaba a pocos pasos de ellos.
— ¿Y tú? ¿Has hablado con Virginia? ¿Sabes a qué hora viene? —inquirió Andrés, con un tono de fingida indiferencia al dirigirse a Iveth.
ГўВЂВ”Su telГѓВ©fono celular se descompuso con la tormenta y anoche, que hablГѓВ© con ella, aГѓВєn no lo habГѓВan reparado. ¿De verdad no han conversado ustedes dos? ГўВЂВ”preguntГѓВі Iveth, mientras observaba su reacciГѓВіn atentamente, pero ГѓВ©l no estaba poniendo atenciГѓВіn.
Su mirada se dirigГѓВa a la puerta, por donde hacГѓВa su entrada Virginia, en un inolvidable vestido rojo, corto y de falda ancha, que dejaba al descubierto sus piernas lindas y bien formadas. Su cabello corto se agitaba con soltura mientras giraba la cabeza de un lado a otro saludando con un beso a todos y dejando discretas marcas de su labial rojo rubГѓВ en mГѓВЎs de una mejilla. Cuando finalmente llegГѓВі al sofГѓВЎ tuvo que sostener su falda para agacharse a saludar a Iveth y luego a AndrГѓВ©s, que se apurГѓВі en ponerse de pie, como le habГѓВan enseГѓВ±ado sus padres que se hace cuando una dama entra al salГѓВіn.
Se encontraron a medio camino y sus rostros quedaron muy cercaГўВЂВ¦ demasiado cerca. La pelГѓВcula ya iba a comenzar.
CapГѓВtulo 10
Las gotas de sudor comenzaron a empapar su frente y minutos despuГѓВ©s la escuchГѓВі gritar ahogadamente: « ¡SuГѓВ©ltame!». La tenГѓВa ligeramente abrazada y pensГѓВі que se dirigГѓВa a ГѓВ©l. LevantГѓВі su brazo y notГѓВі que seguГѓВa dormida; evidentemente estaba teniendo una pesadilla. Segundos despuГѓВ©s despertГѓВі por completo, visiblemente angustiada y ajena todavГѓВa al lugar donde se encontraba: los brazos de AndrГѓВ©s.
Un impetuoso sol se colaba por las cortinas y con ГѓВ©l una brisa ligera que las agitaba esporГѓВЎdicamente; no cerraron las puertas de cristal que daban acceso al patio trasero. Ambos se incorporaron sin saber exactamente quГѓВ© decir.
ГўВЂВ”Hace calor hoy. Buenos dГѓВasГўВЂВ¦ ГўВЂВ”dijo ella, interrumpiendo el silencio.
ГўВЂВ” ¡Buenos dГѓВas! HarГѓВ© cafГѓВ©. ГўВЂВ”respondiГѓВі ГѓВ©l, poniГѓВ©ndose de pie, no sin antes besar su cabeza, preguntГѓВЎndose quГѓВ© habrГѓВa estado soГѓВ±ando minutos antes.
Virginia aprovechГѓВі para correr a su cuarto. VestГѓВa la misma toalla y el traje de baГѓВ±o de la noche anterior, asГѓВ que se dio una ducha. El agua frГѓВa recorriГѓВі su espalda y la espuma de baГѓВ±o con aroma a lavanda trajo de vuelta las imГѓВЎgenes de la noche anterior. SaliГѓВі de la ducha y se envolviГѓВі en una elegante bata de baГѓВ±o blanca que colgaba de la puerta. ¿QuГѓВ© habrГѓВa pasado con el jacuzzi? Se preguntГѓВі mientras cepillaba sus dientes. Secaba su cabello cuando lo escuchГѓВі tocar anunciando que el cafГѓВ© estaba listo.
ГўВЂВ” ¡Puedes pasar! ГўВЂВ”dijo, mientras salГѓВa del cuarto de baГѓВ±o. MirГѓВі el reloj en el escritorio, apenas y marcaban las ocho de la maГѓВ±ana, si acaso habrГѓВan dormido unas tres o cuatro horas.
ГўВЂВ” ¡CafГѓВ©! ГўВЂВ”exclamГѓВі AndrГѓВ©s extendiГѓВ©ndole una de las dos tazas azules que traГѓВa en la mano.
—Gracias, me hace falta. ¿No dormimos mucho, verdad? —dijo Virginia con una sonrisa involuntaria dibujada en los labios.
—Pues yo considero que tú dormiste bastante. ¿Tienes planes hoy? —preguntó Andrés, bajando por unos instantes la mirada.
—Pues, déjame ver… Primero que nada, tengo que recordarte que llames al electricista. ¡Y luego… desayunar! ¡Muero de hambre! —respondió Virginia tomando un sorbo de café.
Los separaban solo un par de pasos y AndrГѓВ©s los redujo cuando rodeГѓВі su cintura con su mano libre, la atrajo hacia su pecho y besГѓВі sus labios con ternura por apenas unos segundos.
—Hueles a lavanda… —le dijo él mientras acariciaba su espalda.
—Hueles a café… —le respondió ella mientras lo empujaba fuera de la habitación para cambiarse.
Quedaron en verse unos minutos despuГѓВ©s para desayunar juntos. Virginia no podГѓВa creer lo que estaba ocurriendo en aquel momento, no es que en realidad hubiera pasado algo extraordinario, apenas se habГѓВan besado, pero lo que sentГѓВa cada vez que ГѓВ©l la tocaba era algo que hacГѓВa muchos aГѓВ±os no experimentaba. Su corazГѓВіn latГѓВa como el de una quinceaГѓВ±era entusiasmada con su primer amor y parecГѓВa insensato hasta para ella, una empedernida romГѓВЎntica que guardaba un ejemplar en capa dura de Orgullo y Prejuicio en su mesita de noche.
AprovechГѓВі para escribir un mensaje a su hija Noelia, que pasaba las vacaciones en SГѓВdney, Australia, con su padre y abuelos paternos. Estar lejos de ella por todo un mes al principio le resultГѓВі una agonГѓВa, pero era consciente de que no tenГѓВa derecho a anteponer sus intereses a los de su hija y Dios sabГѓВa que su exmarido ya sufrГѓВa bastante con no poder estar con la niГѓВ±a todo el tiempo.
Su matrimonio durГѓВі casi cuatro aГѓВ±os, Noelia tenГѓВa dos cuando Virginia decidiГѓВі poner fin a la relaciГѓВіn, ahora la niГѓВ±a tenГѓВa cuatro. Nunca quiso irse a vivir a SГѓВdney con el padre de su hija; no era parte del trato. Tal vez nunca lo amГѓВі lo suficiente como para dejarlo todo por ГѓВ©l, que la amaba demasiado y sГѓВ habГѓВa dejado su familia y su paГѓВs por ella. Noah era el representante de una universidad australiana que auspiciaba un programa de becas. Pasaba al menos la mitad del aГѓВ±o trabajando con las solicitudes, evaluaciones y entrevistas de los candidatos. En ocasiones impartГѓВa charlas motivacionales a los estudiantes de la universidad local que fungГѓВa como socio estratГѓВ©gico. AsГѓВ se conocieron. Virginia acompaГѓВ±aba a Iveth a una de las charlas, pues se habГѓВa divorciado hacГѓВa poco y estaba deseosa de alejarse de todo y de todos. A unas semanas de finalizar la maestrГѓВa en negocios que cursaban juntas, vieron el anuncio de la charla y entraron a oГѓВrla.
El apuesto australiano llevaba el cabello largo y rubio sostenido en el cuello con una liga, a pesar de que algunos mechones se resbalaban y colgaban sobre sus pГѓВіmulos definidos y bronceados. Llevaba una camisa blanca que solo llegaba al antebrazo, sus vaqueros azules combinaban con sus ojos y las botas negras parecГѓВan adecuadas para cualquier escenario menos para el de una charla sobre becas universitarias para postgrados y doctorados. « ¡AustraliaГўВЂВ¦!», habГѓВa susurrado Iveth dando un codazo a su compaГѓВ±era, que recordГѓВі aquello mientras escribГѓВa el mensaje para Noelia en su telГѓВ©fono y veГѓВa la foto de su exmarido en el perfil.
Fue un encantamiento a primera vista para ambos. La quГѓВmica no se hizo esperar y una extrovertida Virginia levantГѓВі la mano varias veces para hacer preguntas. Su amiga la desconocГѓВa por completo; estaba coqueteando descaradamente con ГѓВ©l, la misma que meses antes habГѓВa sido incapaz de impedir que el amor de su vida se casara con otra. Los nueve meses que durГѓВі el noviazgo parecieron una eterna luna de miel, con las interrupciones necesarias de sus regresos a SГѓВdney, el resto del tiempo lo pasaron juntos.
Cuando se casaron, sus familias tenГѓВan distintas opiniones acerca de dГѓВіnde debГѓВan vivir, pero todos coincidГѓВan en algo: era decisiГѓВіn de la pareja. Para ella, Australia siempre fue un destino al que ir de vacaciones; allГѓВ pasaban algunas semanas, cuando las vacaciones de su trabajo se lo permitГѓВan. Eso no cambiarГѓВa, ya se lo habГѓВa dicho muchas veces, y ГѓВ©l lo habГѓВa aceptado. Pero cuando naciГѓВі Noelia, todo se complicГѓВі, ГѓВ©l querГѓВa llevar a la niГѓВ±a a SГѓВdney cada vez que debГѓВa viajar por su trabajo durante un mes. «EstarГѓВЎ bien con mis padres, mientras estoy en la universidad», decГѓВa ГѓВ©l. « ¡Donde estГѓВ© mi hija, estoy yo!», decГѓВa ella.
Finalmente, luego de casi dos aГѓВ±os de discusiones, a Noah le ofrecieron una vicerrectorГѓВa en la universidad. Era una tonterГѓВa negarse, pues el programa de becas cerrarГѓВa ese aГѓВ±o y profesionalmente la oferta era un gran honor. Pero el puesto era en SГѓВdney y a tiempo completo; ella se lo hizo fГѓВЎcil y le propuso el divorcio, acordaron amigablemente la custodia compartida de Noelia y, poco a poco, ella aprendiГѓВі a desprenderse de la niГѓВ±a por algunos dГѓВas, en ciertas ГѓВ©pocas del aГѓВ±o. Desprenderse de ГѓВ©l fue mГѓВЎs fГѓВЎcil, quizГѓВЎ demasiado. Se dejГѓВі llevar por una emociГѓВіn y se casГѓВі con ГѓВ©l sin amarlo; lo apreciaba, eso estaba claro, pero como a un gran amigo. En cambio, claramente ГѓВ©l estaba mucho mГѓВЎs enamorado y, a pesar de que en las parejas siempre habrГѓВЎ uno que quiera mГѓВЎs, si uno ama pero el otro solamente quiere, es obvio que al final alguien saldrГѓВЎ innecesariamente herido. Ella aprendiГѓВі por experiencia.
EsperГѓВі una respuesta a su mensaje; le llegГѓВі una fotografГѓВa de su hija en la playa, luego un video de la niГѓВ±a enviГѓВЎndole un besoГўВЂВ¦ Luego ГѓВ©l le enviГѓВі un beso. Afuera, el sol brillaba con nitidez apoderГѓВЎndose con su luz de todo el cielo. ComenzГѓВі a vestirse.
CapГѓВtulo 11
Villas ParaГѓВso estaba cuidadosamente clasificado en residenciales que respondГѓВan a los siete colores del arcoГѓВris y no habГѓВa mГѓВЎs de treinta villas de cada color. La villa de la novia y las que habГѓВan rentado los invitados estaban en ParaГѓВso Azul. Muy cerca de allГѓВ estaba ParaГѓВso Cian, donde los huГѓВ©spedes podГѓВan disfrutar de la playa y los salones para actividades.
En ParaГѓВso Violeta estaban La Marina y el centro de actividades nocturnas, que, a pesar de tener poca actividad en dГѓВas de semana, desde los viernes se convertГѓВa en una fiesta desde la tarde hasta el amanecer, una fiesta que muchas veces continuaba en ParaГѓВso Cian. El resto de los colores eran residenciales con villas para huГѓВ©spedes e instalaciones deportivas y recreativas comunes. La villa de los padres de AndrГѓВ©s estaba en ParaГѓВso Naranja.
El jueves se dibujaba radiante. En una villa de ParaГѓВso Azul, una impaciente novia intentaba comunicarse sin ГѓВ©xito por el celular con su dama de honor. El ensayo serГѓВa en unas horas y necesitaba hablarle, ni siquiera sabГѓВa si estarГѓВa a tiempo en Las Galeras. La villa de invitados estaba rentada desde el viernes y querГѓВa decirle que esa noche podГѓВa dormir con ella, pero no lograba localizarla.
En el comedor, a unos pasos de la novia, Lourdes movГѓВa cielo y tierra para conseguir a todos los miembros del cortejo antes de las cuatro de la tarde en la playa. No era su primera boda, pero sГѓВ era la primera en Villas ParaГѓВso y tenГѓВa que quedar perfecta. Preparaba los guiones para la tarde, cuando escuchГѓВі a Iveth dejando un mensaje quejГѓВЎndose de su dama de honor y se acercГѓВі con curiosidad.
— ¿Pero… estás llamando a Betina? Llegó ayer, no te preocupes… ¡Tengo todo resuelto con su alojamiento! —dijo Lourdes en tono triunfal.
— ¿Betina? ¿Quién es Betina, por Dios? —exclamó la novia, visiblemente irritada.
ГўВЂВ” ¡Tu dama de honor, Iveth! ¡LlegГѓВі ayer temprano con todo lo que le pedГѓВ! EstГѓВЎ alojada con este chico que nos hace el favor de alojar a otros invitados desde maГѓВ±ana ГўВЂВ”dijo Lourdes completamente confundida.
— ¡Lourdes! ¿De qué hablas? ¡Mi dama de honor se llama Virginia, Virginia Duval, por Dios! ¡Vas a provocarme un ataque! —respiró ligeramente aliviada Iveth, aunque visiblemente molesta con su planificadora.
ГўВЂВ” ¿EstГѓВЎs segura? ГўВЂВ”insistiГѓВі con incredulidad la jovencita, mientras agitaba los guiones que tenГѓВa en la mano buscando el nombre que tenГѓВa anotado.
ГўВЂВ” ¡Pero claro que estoy segura! ¿Acaso no voy a saber cГѓВіmo se llama mi mejor amiga? ГўВЂВ”le reclamГѓВі elevando el tono de voz y preguntГѓВЎndose de dГѓВіnde habrГѓВa sacado la idea de contratarla.
Finalmente Lourdes consiguiГѓВі encontrar a Virginia Duval en su lista y le reiterГѓВі a la alterada novia que estaba alojada ya en otra villa, al menos hasta que estuviera lista la suya. Cuando le dijo en quГѓВ© villa estaba, se asegurГѓВі de buscar en su lista el nombre correcto del dueГѓВ±o, pero la novia se dio tal susto que el ataque anterior le habГѓВa parecido una broma comparado con este. CorriГѓВі a la cocina por agua y le preguntГѓВі si acaso habГѓВa hecho algo mal al alojarla allГѓВ.
Pero Iveth no la escuchaba. Marcaba con insistencia el nГѓВєmero de celular de Virginia, que seguГѓВa repicando sin respuesta. IntentГѓВі llamar a AndrГѓВ©s, pero obtuvo el mismo resultado; pensГѓВі en correr a la villa, que no estaba lejos de la suya y se detuvo para mirar a Lourdes, que seguГѓВa sosteniendo el vaso de agua con el rostro descompuesto por el miedo.
ГўВЂВ” ¡Eres una genio Lourdes! ¡No sГѓВ© por quГѓВ© no se me ocurriГѓВі a mГѓВ! ГўВЂВ”y se marchГѓВі escaleras arriba dejando a la chica mГѓВЎs confundida que antes.
Iveth escribГѓВa los mensajes con la mayor rapidez que le daban sus dedos temblorosos. Por apenas unos segundos olvidГѓВі que era la protagonista de aquel fin de semana y siguiГѓВі escribiendo. Finalmente su telГѓВ©fono timbrГѓВі.
ГўВЂВ” ¿Me puedes explicar quГѓВ© pasa, por favor? ¡Vas a hacer que dГѓВ© a luz antes de tiempo y entonces me perderГѓВ© la boda! ГўВЂВ”reclamaba con curiosidad Gabriela desde la otra lГѓВnea.
ГўВЂВ” ¡La chica hippie que me has recomendado para planificar la ceremonia enloqueciГѓВі y los ha puesto a dormir juntos! ГўВЂВ”le decГѓВa Iveth sin poder ocultar las carcajadas.
ГўВЂВ” ¡Pero, por Dios, no te entiendo nada! ¡Has escrito en el mensaje puras consonantes! ¡CreГѓВa que tus sobrinos habГѓВan tomado el telГѓВ©fono! ГўВЂВ”insistГѓВa su amiga, que por su embarazo de casi ocho meses no llegarГѓВa sino hasta el sГѓВЎbado.
ГўВЂВ” ¿De verdad? ¡Juraba que habГѓВa escrito claramente! ¡En fin, que Lourdes ha mandado a Virginia a dormir desde ayer en casa de los padres de AndrГѓВ©s! Pensaba que ГѓВ©l vendrГѓВa el sГѓВЎbado. ¡Esta chica le cambia los nombres a todo el mundo y me dijo antes que quien llegaba el lunes era ГѓВЃngel, un amigo de GastГѓВіn! ГўВЂВ”trataba de explicar con creciente emociГѓВіn Iveth.
—¡¡¡No te lo puedo creer!!! ¿Pero, quГѓВ© te dijo Virginia? ¡De seguro pensГѓВі que fue tu idea y te quiso matar! ¿Y esperas hasta ahora para decГѓВrmelo? ¡Si ella saliГѓВі ayer pasado el mediodГѓВa! ГўВЂВ”le reclamaba con vehemencia Gabriela.
ГўВЂВ” ¡Pues te dirГѓВ© que no he hablado con ella! Ni siquiera sabГѓВa que habГѓВa llegadoГўВЂВ¦ Me acabo de enterar. Como esta chica cambia los nombres a todos, me decГѓВa que lo que se necesitaba me lo habГѓВa traГѓВdo una tal Betina. PensГѓВ© que era su empleada o algoГўВЂВ¦ ГўВЂВ”continuГѓВі, excitada, Iveth.
La conversaciГѓВіn se extendiГѓВі unos minutos mГѓВЎs y la curiosidad por saber lo que habГѓВa pasado en las ГѓВєltimas veinticuatro horas las mantuvo en vilo a ambas un par de horas mГѓВЎs. El sol seguГѓВa brillando con insistencia, eran las dos de la tarde y el ensayo se realizarГѓВa a las cinco. Mientras tanto, en la villa nГѓВєmero diecisiete, dos celulares vibraban incesantes en alguna parte del entrepiso.
CapГѓВtulo 12
El animado joven del clima anunciaba un sol cГѓВЎlido durante la maГѓВ±ana y brisa ligera para todo el fin de semana. Lourdes respiraba aliviada porque, exceptuando el incidente del cambio de nombres que casi le provoca un ataque de nervios unas horas antes, estaba saliendo todo de maravillas. El cortejo estaba compuesto por la dama de honor, dos damas adicionales, la niГѓВ±a de las flores y el sobrino de la novia, que entregarГѓВa los anillos.
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